El debut de los Cuatro Fantásticos llega con estilo, calidez y una historia que conecta… aunque sin el impacto que muchos esperaban.
Todos los caminos empiezan con un primer paso. Y en un universo como el del MCU, donde cada película parece competir por ser más grande, más compleja o más conectada, ‘The Fantastic Four: First Steps’ sorprende al elegir lo contrario: ir hacia atrás para avanzar. Con una mirada más íntima que épica, esta película no busca alterar el rumbo de la franquicia, pero sí ofrece algo que muchas películas del género de superhéroes han dejado atrás: esa sensación de estar viendo a personas reales enfrentando lo extraordinario.
Ambientada en la Tierra-838, la historia nos traslada a una realidad donde los Cuatro Fantásticos son los principales defensores del planeta. Además de enfrentar a supervillanos, Reed Richards (Pedro Pascal), Sue Storm (Vanessa Kirby), Johnny Storm (Joseph Quinn) y Ben Grimm (Ebon Moss-Bachrach) también son figuras públicas, símbolos de optimismo y progreso en una sociedad que confía plenamente en ellos.
Ese equilibrio se ve amenazado cuando Silver Surfer (Julia Garner) llega a la Tierra para advertir que será destruida por Galactus (Ralph Ineson). Mientras el peligro se aproxima, Sue y Reed se enfrentan a un desafío personal: la llegada de su primer hijo. Con el destino de la humanidad —y de su propia familia— en juego, los Cuatro Fantásticos deberán encontrar una forma de proteger ambos futuros.
El director Matt Shakman (WandaVision) no apuesta por el espectáculo desbordado ni por las fórmulas del multiverso, sino por una historia que devuelve el protagonismo a las relaciones. Y es justamente ahí donde esta reintroducción de los Cuatro Fantásticos encuentra su fuerza: en mostrarnos que, antes que superhéroes, son una familia que —como tantas otras— sigue aprendiendo a caminar junta.
A diferencia de entregas recientes de la franquicia, ‘The Fantastic Four: First Steps’ no busca impactar a través del exceso. La cinta número 37 del MCU (y el segundo reinicio de la serie de películas de los Cuatro Fantásticos) no gira en torno a grandes giros, portales interdimensionales ni cameos diseñados para generar impacto. En cambio, opta por no ser una historia de origen y presenta a la familia ya consolidada como superhéroes, enfrentando una nueva etapa en sus vidas. Esta vez, la apuesta está centrada en los vínculos entre ellos.
El guion no busca sorprender con reinventar, pero tiene claro dónde poner el corazón de la historia. Puede parecer predecible por momentos, y su ritmo tiende a fluctuar, pero gana terreno gracias a su enfoque emocional. En lugar de lanzar a los personajes a una cadena interminable de explosiones, los deja respirar, sentir, discutir y, sobre todo, conectarse entre sí. La acción existe —y cumple—, pero está dosificada con intención, dándole prioridad al drama familiar.
A largo plazo, esta decisión narrativa es acertada. Al priorizar el tema de la familia, la película nos permite conocer de verdad a Reed, Sue, Johnny y Ben, no como superhéroes, sino como personas que trabajan por y para la sociedad. Y cuando comprendemos sus motivaciones, sus miedos y sus afectos, todo cobra una nueva dimensión.
Uno de los aciertos más claros de ‘The Fantastic Four: First Steps’ está en su reparto. La química entre los actores se siente genuina y permite que el vínculo familiar —que es el núcleo de la historia— funcione con naturalidad. Juntos, los Cuatro Fantásticos se comportan como un equipo que ha vivido y crecido unido, algo que pocas películas del MCU logran transmitir con tanta calidez.
Vanessa Kirby es la verdadera estrella de este equipo. Brilla con luz propia como Sue Storm gracias a su sólida interpretación. Con inteligencia y sensibilidad, Kirby convierte a Sue en el corazón de la película: una mujer compleja, empática y fuerte, cuya voz tiene peso real en la narrativa. Es refrescante ver una superheroína tridimensional que no está definida por la dureza (como Carol Danvers) ni por la tragedia (como Wanda Maximoff o Black Widow), sino por su claridad emocional y su liderazgo equilibrado. Además, el guion le da espacio para ser el eje moral de la historia sin quitarle protagonismo al resto del equipo.
Pedro Pascal, en cambio, entrega un Reed Richards más introspectivo y cerebral. Aunque su actuación puede parecer rígida y plana en ocasiones, termina construyendo un personaje coherente con sus propias inseguridades, más desde los gestos contenidos que desde el carisma habitual del actor. Refleja a un hombre que prefiere la ciencia antes que la confrontación. Su dinámica con Kirby es uno de los grandes aciertos de la cinta: su relación se siente vivida, cercana, madura y tierna. Una novedad alejada de los clichés románticos del MCU.
Joseph Quinn, aunque encantador, es quizás la elección más debatible del grupo. No termina de encajar del todo con la personalidad chispeante e irreverente de Johnny Storm. Su interpretación es más seria y sincera, lo cual diluye parte del humor que debería emanar del personaje. Eso sí, cuando comparte escenas con Ebon Moss-Bachrach, la química entre ambos eleva la dinámica fraternal, especialmente en sus momentos compartidos como los “tíos” del equipo.
Por su parte, Moss-Bachrach ofrece una interpretación sutil y emocionalmente efectiva de Ben Grimm. Logra transmitir el peso existencial del personaje con un uso preciso de la voz y los gestos faciales. Aunque el guion no profundiza lo suficiente en su historia personal —una oportunidad claramente desaprovechada—, el actor consigue que su tristeza tenga resonancia, incluso en los pasajes más livianos. La sensación de “estar de más” que acompaña a Ben es palpable, añadiendo un toque de humanidad al personaje que equilibra muy bien el tono general.
En cuanto a los secundarios, destacan dos nombres que, con poco tiempo en pantalla, logran dejar huella: Paul Walter Hauser, como el Mole Man, aporta un alivio cómico muy bien dosificado, haciendo uso de su talento habitual para dar vida a personajes excéntricos sin caer en la parodia; y Julia Garner, quien convierte a Silver Surfer en una presencia que impone sin necesidad de decir mucho: cada gesto de Garner parece cargado de un peso cósmico que no necesita traducción. Ralph Ineson, por su parte, presta su voz a un muy bien diseñado y colosal Galactus, con la profundidad y gravedad necesarias para una figura que intimida incluso sin presencia física.
Visualmente, ‘The Fantastic Four: First Steps’ es una joya retrofuturista. Situada en la Tierra-838, la película se apoya con fuerza en una propuesta estética que resulta tan atractiva como funcional. Combinando elementos visuales de los años 60 con un diseño moderno, esta versión del universo Marvel ofrece un entorno estilizado y distinto a todo lo que hemos visto en la franquicia. Desde los autos burbuja hasta las televisiones de tubo en Times Square, cada detalle está pensado para transportarnos a un mundo que se siente familiar y nuevo al mismo tiempo.
Las decisiones estéticas no solo son llamativas, sino también coherentes con el tono emocional de la película. La paleta de colores, las miniaturas y los montajes estilo cómic nos recuerdan que estamos, ante todo, en una historia inspirada por viñetas.
A pesar de algunos momentos de CGI menos pulidos —sobre todo en el clímax, con un efecto que recuerda (ligeramente) al de Renesmee en ‘Twilight’—, los efectos prácticos y el diseño de producción elevan el resultado general. Incluso H.E.R.B.I.E., el simpático robot asistente, aporta un respiro de ligereza a la historia sin depender de trucos visuales estridentes.
Mención especial merece la banda sonora a cargo de Michael Giacchino, que consigue capturar la esencia de estos personajes con temas heroicos, melancólicos y totalmente vibrantes. Además de ser uno de los elementos más memorables de la película, es probablemente una de sus mejores colaboraciones con Marvel Studios.
Aunque ‘The Fantastic Four: First Steps’ renueva el aire dentro del MCU, no representa el giro radical que muchos esperaban en este punto de la franquicia. Tampoco intenta serlo. Lo que propone es algo más modesto, pero igualmente valioso: reintroducir a sus personajes desde lo emocional, recuperar lo esencial de su mitología y apostar por un tipo de relato que prioriza las relaciones por sobre el espectáculo.
Sí, hay elementos que podrían haber sido más sólidos —una acción más memorable, un mejor balance en los desarrollos individuales y un mayor riesgo narrativo en ciertas decisiones, en especial en el tercer acto—. Pero también hay puntos claros: un diseño visual distintivo, una banda sonora sobresaliente y un elenco comprometido que logra transmitir una dinámica de equipo genuina.
Como su título lo indica, la película es un primer paso —un paso firme, en realidad— para los Cuatro Fantásticos dentro del Universo Cinematográfico de Marvel. Un inicio emocional hacia algo más grande. Es una cinta que no busca reinventar la rueda y que prefiere regresar a lo básico para recordarnos que aún hay espacio para historias que nos hablen con honestidad. En este caso, una historia donde los superhéroes no solo salvan el mundo, sino que también son una familia en construcción.
* Esta reseña también es publicada en rockaxis.com.