El jueves vamos a estar todos en las salas de cine viendo el final del épico viaje que Peter Jackson se encargó de elaborar por algo más de doce años. Como todas las despedidas, ésta también parece ser algo agridulce, pues como espectadores estamos acostumbrados a ver una entrega de las sagas que seguimos con juicio cada año y seguramente vamos a echarla de menos de todo corazón.
Sin embargo, lo bonito de este tipo de contenidos es que permite que volvamos a ellos cuantas veces queramos. Ya sea desde los libros, o haciendo maratones de las películas con amigos que también disfrutan este tipo de cosas, la historia prevalece y está allí para que continuemos el viaje cuantas veces sea necesario. No es obligación despedirse de las cosas “definitivamente” una vez acaban.
Lo cierto es que ha sido un viaje increíble; y este último capítulo es decisivo por la forma en la que conecta las tres películas anteriores. Muchas personas no vieron la necesidad de hacer tres películas de un libro tan corto; pero si se ponen a pensar, ¿cómo habría sido posible incluir toda la riqueza que hay en este viaje en una película de al menos dos horas y media? No habría sido suficiente (y sigue sin ser suficiente) para recrear todas esas imágenes que habitan el imaginario de quienes se han introducido de lleno en las páginas que guardan la existencia misma de la vasta Tierra Media, y que seguramente querrán haber visto esta u otra escena en la gran pantalla.
También ha sido un viaje memorable para quienes no tienen ni idea de lo que pasa en el libro y se contentan con seguir la historia de Bilbo, Thorin, y la compañía, en las tres entregas cinematográficas. Y ambas formas de acompañar a estos personajes están bien. No dejen que nadie les diga qué forma es correcta, y qué cosas de ella deben gustarles o no. La magia de esto se encuentra en el cariño con el que como espectadores nos aproximamos a los personajes y como recibimos la historia.
El viaje de Bilbo ha sido mucho más cercano para mí que el de Frodo y la Comunidad hacia el Monte del Destino. He podido ver a Bilbo encontrar valor con cada paso que dio hasta llegar a Erebor y los sacrificios desinteresados que hizo por un bien más grande como el de ayudar a los enanos para que recuperarán su hogar. Hemos podido ver a Thorin luchar por recuperar la tierra de su pueblo y además luchar contra sí mismo y la enfermedad que plaga a su familia. Conocer el final de antemano no ayuda en nada para suavizar la impresión que da verla en la gran pantalla y aún así, no puedo esperar, una última vez, por ver a esos personajes tan especiales que son para mí, y acompañarlos hasta el final.
Con todo esto dicho, ¡gracias Peter Jackson! ¡Gracias JRR Tolkien! Todos estos años llenos de elfos, enanos, hobbits, hombres y magos han sido memorables y especiales, y consuela mucho saber que podremos volver a ellos cuando queramos, cuando los necesitemos.