Todo comenzó a mediados de 2013 en una charla por Facebook. No recuerdo mucho sobre aquel día, solo la pregunta “¿Harás cosplay con nosotros?”. Por esa época se acercaba el aniversario 50 de Doctor Who y, a través de esa conversación, me enteré que un grupo de whovians -léase como fanáticos de Doctor Who- planeaba hacer un cosplay grupal en SOFA.
¿Yo? ¿Hacer cosplay? Sonaba descabellado. Una de mis amigas de infancia, fanática del anime y todas las cosas japonesas, dedicaba mucho tiempo a eso. ¿Por qué iba a hacerlo yo, que no sé nada sobre Japón y no me gusta el anime?
Para hacer la historia corta, acepté. Y como la vida da muchas vueltas, las semanas previas al SOFA se convirtieron en una carrera contra el tiempo para terminar la construcción de una TARDIS en la casa de mi novio y el cosplay pasó a un segundo plano. El día en el que el grupo iba a presentarse, yo estaba molida. Las trasnochadas construyendo la TARDIS me pasaron factura, así que fui al SOFA, entregué la TARDIS armable, estuve media hora y me fui. No daba más.
En conclusión: me quedé con las ganas. Por eso, cuando ese mismo grupo de personas me contactó, este año, para comentarme sobre la posibilidad de hacer un stand de Doctor Who en SOFA dije casi de inmediato que haría cosplay de uno de los villanos más reconocidos de la serie: el weeping angel.
Ahí empezó otra carrera contra el tiempo (y contra mi tendencia a la procrastinación). Gracias a Amazon, y la ayuda de mi mamá y mi novio (se supone que los cosplayers hacen todo solos pero recuerden que era mi primera vez), el traje quedó listo dos días antes de la fecha señalada para la foto grupal.
Cuando llegué a Corferias lo único que deseaba era no hacer el ridículo (después de todo acá hay gente que se toma el cosplay muy en serio) y ¡oh sorpresa! empezaron a pedirme fotos (al comienzo se sentía muy raro, pero entre más pasaba el tiempo más fácil era posar para la cámara, y se hizo aún más fácil cuando me encontré con el resto de whovians). El traje había pasado la prueba.
Como todas las primeras veces en la vida, cada experiencia tiene cosas buenas y otras no tanto. Este es el balance de mi primera vez haciendo cosplay:
– Parte de la magia fue mostrar mi amor por una serie de televisión en un ambiente donde no me sentí como un bicho raro. (Yay!)
– Tuve la posibilidad de ser, por un día, algo completamente opuesto a quien soy (fui pura maldad… o bueno, la máscara era pura maldad).
– Una vez se me quitó la pena, posar para las fotos fue muy divertido.
– Nunca tuve en cuenta cómo me sentiría caminando todo el día con el traje: estaba muerta de calor (pensé en quitarle las mangas y al final me arrepentí… grave error) y caminar con las alas en medio de la multitud resultó un poco complicado.
– La cantidad de fotos evitó que disfrutara los pabellones (tanto así que tuve que volver al día siguiente, sin el cosplay, para poder visitar las exposiciones y “mecatiarme el sueldo en cositas”).
– Debí utilizar pintura corporal gris en el cuello, le habría dado algo más de realismo al traje.
Mi primera vez haciendo cosplay me dejó más que contenta y desde ya estoy pensando en los trajes para el próximo año (sí, ahora el reto es hacer dos trajes diferentes… Uno en homenaje a DC y otro a Marvel). Si alguna vez ha pensado en hacer cosplay, deje la pena y láncese al agua! No se arrepentirá.
¿Harían ustedes cosplay? ¿De qué personaje? ¿Vieron algún cosplay en SOFA que valga la pena destacar? Todas las opiniones son bienvenidas en la casilla de comentarios. 😉
* Fotos cortesía de Doctor Who Bogotá y Jefry Anderson Mora.