‘The Long Walk’: La crueldad convertida en espectáculo, la humanidad como resistencia

Francis Lawrence transforma la distopía de Stephen King en un retrato perturbador de poder, dolor y solidaridad.

En tiempos donde las tensiones sociales, la polarización política y la violencia armada ocupan cada vez más espacio en los titulares, ‘The Long Walk’ (‘Camina o Muere’ en Latinoamérica) se siente menos como una distopía y más como un espejo amplificado de nuestra realidad.

Basada en una de las primeras novelas que escribió Stephen King —cuando todavía firmaba bajo el seudónimo Richard Bachman—, la película dirigida por Francis Lawrence llega en 2025 con una premisa tan sencilla como perturbadora: 50 adolescentes elegidos al azar deben caminar sin detenerse, bajo la mirada del ejército y las cámaras, hasta que solo quede uno en pie. El premio promete riqueza inimaginable y un deseo personal, pero el costo es casi siempre la muerte.

Lawrence, quien conoce muy bien el terreno distópico gracias a The Hunger Games’, se une aquí al guionista JT Mollner (Strange Darling) para dar forma a un relato que respeta el espíritu del texto original, pero que al mismo tiempo lo hace resonar con un presente donde la desesperación social y el consumo de la violencia como entretenimiento parecen estar a la orden del día.

Una marcha hacia el límite

Desde el primer minuto, la película deja claro que no hay espacio para rodeos: los jóvenes ya están en la línea de salida y, a partir de ese instante, la cámara no los abandona. Cada paso, cada caída y cada disparo se sienten en carne propia. El director evita los adornos innecesarios y apuesta por la crudeza, pero lo hace con una intención clara. Las ejecuciones, gráficas y reiterativas, pueden resultar incómodas, pero esa insistencia no busca solo el shock: funcionan como un recordatorio perturbador de lo rápido que normalizamos la violencia, tanto quienes caminan en la ficción como quienes observamos desde la butaca.

El viaje, inevitablemente, es hipnótico y agotador. El paisaje, bellamente capturado por el director de Fotografía Jo Willems, se convierte en otro personaje: carreteras interminables, verdes de día y fantasmales de noche, que proyectan la tensión entre resistencia física y devastación emocional de los caminantes. Esa puesta en escena recuerda más a un clásico cine bélico que a un thriller moderno, con un grupo heterogéneo enfrentando un destino común que los sobrepasa y, poco a poco, los consume.

El corazón en medio de la oscuridad

La clave de que The Long Walk’ no se hunda en la desesperanza absoluta está en sus dos protagonistas. Cooper Hoffman interpreta a Ray Garraty con la vulnerabilidad de un joven aún en formación, alguien que camina no solo para sobrevivir, sino porque sus motivaciones personales lo empujan a seguir pese al dolor. A su lado, David Jonsson deslumbra como Peter McVries, convirtiéndose en el alma inesperada de la historia. La química entre ambos es tan orgánica que sus momentos de complicidad, como un simple gesto de apoyo o un pedazo de comida compartido, se sienten como verdaderos destellos de humanidad en medio del horror.

El resto del elenco aporta matices que enriquecen el camino, aunque no todos tengan el mismo desarrollo. Charlie Plummer imprime a Barkovitch una energía inquietante, casi explosiva, mientras Garrett Wareing convierte a Stebbins en un enigma viviente, reservado pero fascinante. Ben Wang, por su parte, encarna a Hank Olson con una mezcla de humor y fragilidad que lo vuelve entrañable, ofreciendo un respiro dentro de una dinámica marcada por la tensión y el miedo. Tut Nuyot como Arthur Baker completa ese pequeño núcleo de camaradería que, aunque condenado a romperse, resulta esencial para que el espectador se aferre a algo más que al desfile de muertes.

Mark Hamill aparece como el imponente Mayor, una figura que no necesita demasiado tiempo en pantalla para imponerse. Su presencia, siempre distante desde el jeep, funciona más como símbolo que como villano desarrollado: es la representación del poder que observa, controla y ejecuta sin pestañear mientras los jóvenes se desangran en el camino.

Y en medio de tanta oscuridad, hay un soplo de luz que merece destacarse: Judy Greer, quien en apenas un par de escenas como la madre de Ray, logra transmitir una carga emocional devastadora. Su mirada y sus palabras no solo enmarcan la historia con humanidad, sino que recuerdan lo que realmente está en juego más allá del espectáculo: hijos arrancados de sus familias, convertidos en piezas de un engranaje cruel.

Entre la fidelidad y el espejo social

Mollner y Lawrence toman una decisión interesante: no ubicar ‘The Long Walk’ en un período históricamente claro. En pantalla conviven autos de los años 60 o 70, cámaras televisivas anticuadas y dispositivos más actuales. Esta mezcla puede resultar desconcertante, pero también abre la puerta a una lectura más amplia: la historia podría ocurrir en cualquier tiempo y en cualquier lugar donde la desesperanza social y el morbo colectivo se crucen.

De esta manera, ‘The Long Walk’ se siente inquietantemente universal como si se pudiera repetir en cualquier rincón del mundo. Más allá de la sangre, lo que incomoda es la reflexión que deja en el aire: ¿qué clase de sistema normaliza la violencia hasta volverla rutina? ¿Hasta dónde podemos aceptar la violencia con tal de distraernos o aferrarnos a la promesa de una recompensa imposible?

La película nos confronta con una verdad incómoda: cuando la violencia se vuelve costumbre, lo único que queda como resistencia genuina son los gestos de empatía y solidaridad entre quienes siguen caminando. Sin respuestas cerradas ni discursos moralizantes, ‘The Long Walk’ apuesta por un contraste poderoso: en un mundo que celebra la violencia como entretenimiento, la amistad y la compasión se alzan como los actos más radicales.

La verdadera resistencia

Más que una adaptación de Stephen King, ‘The Long Walk’ funciona como un espejo incómodo que nos refleja demasiado bien. Es imposible ver a esos jóvenes marchar hacia su final sin pensar en la manera en que, como sociedad, hemos aprendido a consumir la violencia hasta volverla rutina. En cada paso late un trasfondo social ineludible: un sistema que explota la desesperanza y convierte la vida y la muerte en espectáculo, con la complicidad de quienes lo observan desde la comodidad de la distancia.

‘The Long Walk’ no se conforma con mostrar quién sobrevive más tiempo; expone lo que ocurre cuando el dolor compartido y el miedo obligan a forjar vínculos inesperados. Es un retrato inquietante y devastador de cómo la violencia puede normalizarse hasta volverse costumbre, pero también una invitación a reconocer que, incluso en medio del horror, los pequeños gestos de solidaridad son los que dan sentido al camino. La verdadera victoria no está en llegar primero, sino en conservar la esperanza y la compasión, recordándonos que, incluso en los senderos más oscuros, la humanidad todavía puede brillar.

Calificación: 9/10

Ángela

Ángela "Tata" Rodríguez — Directora / Editora

Comunicadora Social y Periodista. Movie & TV junkie. Fan del mundo de los Superhéroes, la Animación, la Ciencia Ficción y la Fantasía. Team Marvel. El Rock ha sido gran parte de la banda sonora de su vida. Stan Lee, Freddie Mercury, Indiana Jones, Carrie Fisher y Buffy Summers son algunos de sus héroes. Llora con facilidad en las salas de cine. Si su vida fuera una película la dirigiría Edgar Wright.